"Veo mejor en la oscuridad, tengo el sentido del oído más desarrollado, me fijo en cosas que otros no ven, duermo en cualquier lugar"
Aunque ya nació siendo un gato, Nano no se dio cuenta de que realmente era un felino hasta los 16 años. Ahora, con 20, esta “chica” atribuye su caso a un error. “He nacido en la especie equivocada”, declara.
Maullar, caminar a cuatro patas o tener el sentido del oído especialmente desarrollado son algunas de las características que Nano tiene como gato.
Su cuerpo de mujer es un accidente, una fatalidad del destino, “un error genético”,
Odia el agua –no necesitas creerla: fíjate en su pelo–. Se asea con manoplas de peluche que empapa en saliva y con las que se frota la cara.
Camina a cuatro patas por el suelo de tarima bien pulido de una confortable casa, típica del alto nivel de vida noruego.
Hace fu y se crispa cuando ve a un perro.
Se ha puesto unas orejas y un rabo postizos, y lleva un cascabel al cuello.
El psicólogo le dice que de eso se sale con tiempo y esfuerzo, pero ella no quiere creerlo: “Yo he nacido gato y seré un gato toda mi vida”.
Nano no está solo –por su nombre, se diría que es un gato transexual atrapado en un cuerpo de mujer: ¡lo diverso se complica!
Hay otros gatos atrapados en cuerpos de la especie humana. Otras víctimas de una naturaleza patriarcal, capitalista y, ahora también, inflexible con los individuos trans-especies.
Nano conoce a Svien, un alma gemela. También se siente un gato, se comporta como un gato y hace que le llamen “Svien, misi misi”, como llamarías a un gato que merodea desconfiado por tus pantorrillas.
Se conocieron por Internet. Los trans-especies quieren visibilidad para su causa.